La Telesita (Historias de Folklore)


LA TELESITA





La Telesita es el nombre con el que se conoció a una joven santiagueña, amante de la música y la danza, que vivió a mediados del siglo XIX y murió de manera trágica, devorada por las llamas. Esta fatalidad dio origen a su leyenda, que ha inspirado rituales, canciones, poemas y obras teatrales. En Zambas al Corazón, te contamos quien fue la Telesita, comencemos.

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La existencia de La Telesita tiene un carácter legendario. El primer registro escrito sobre su tragedia data del 8 de enero de 1907, cuando el diario El Liberal de Santiago del Estero le dedicó un artículo. Las antropólogas María de Hoyo y Laura Migale han investigado las diversas versiones orales que la narran. Al tratarse de una leyenda transmitida por la tradición oral, los detalles y los sucesos han variado con el tiempo según quien la relate. Aquí abordaremos dos de las muchas versiones que existen sobre su origen.

TRAGEDIA AMOROSA



Una de las versiones más detalladas sostiene que se trató de Teresita del Barco, una joven de buena posición económica, hija del estanciero Pedro del Barco y de María Rosa Gómez, oriundos de Santiago del Estero. Sin embargo, Teresita pasó su infancia en la estancia "La Aurora", ubicada en las sierras de Guasayán, y fue descrita como una niña de gran belleza, con su cabello negro y ojos azules, y una pasión desbordante por la música y la danza.

Desde pequeña, aprendió los secretos de la vida en el campo. Los arrieros le transmitieron conocimientos sobre la flora, la fauna y hasta el uso de plantas medicinales para tratar enfermedades y aliviar dolencias. Sin embargo, su vida cambió drásticamente cuando llegó a la edad de contraer matrimonio. Sus padres decidieron regresar a Santiago del Estero, pero, al llegar, se encontraron con una ciudad devastada por una epidemia de cólera. Obligados a cumplir una cuarentena, no resistieron la enfermedad y fallecieron, dejando a La Telesita sumida en un profundo dolor.

La pérdida de sus padres la llevó a abandonar la estancia, ya que no podía soportar el recuerdo de su vida anterior. Se mudó a un pequeño valle cercano a la ciudad, donde conoció a Eumelio Ahumada, un estanciero con quien formó un vínculo amoroso. La vida parecía ofrecerle nuevamente una oportunidad de felicidad.

Sin embargo, durante los carnavales, en uno de los bailes, un joven invitó a la Telesita a bailar, lo que desató rumores entre los presentes. Estos chismes llegaron a oídos de Eumelio, quien, enfurecido, retó al joven a un duelo en defensa del honor de su amada. El enfrentamiento constó de tres pruebas: un duelo de payadas, un duelo de malambo y, finalmente, un combate criollo con cuchillos. Al llegar a la tercera instancia, ambos jóvenes quedaron gravemente heridos, resultando en la muerte de ambos.

Al enterarse La Telesita huyó hacia los montes, y se instaló en una choza cerca de La Banda. Para superar su dolor comenzó a ayudar a los necesitados. Preparaba tisanas y pociones curativas para los enfermos. Los escuchaba y sanaba sus dolencias. Su fama de Santa y curandera se fue extendiendo. Muchos se acercaban a hacerle peticiones de todo tipo.

Sin embargo, un día desapareció misteriosamente. El pueblo, encariñado con ella, rápidamente salió en su búsqueda, solo para encontrar su cuerpo sin vida calcinado en un escenario trágico e incomprensible. Nadie pudo explicar cómo ocurrió su terrible destino.

La joven danzarina



Otra versión nos habla de Telésfora Castillo, una adolescente muy joven originaria de la antigua Tojona, en lo que hoy conocemos como la región de Salavina, en Santiago del Estero. Fue hija de una pareja adinerada que falleció cuando ella era aún pequeña, heredó una gran fortuna, compuesta por joyas de oro y plata, reliquias familiares y una vasta hacienda. Sin embargo, la joven nunca mostró apego a estas riquezas. Y tras la muerte de sus padres, comenzó a vagar por los montes y la ciudad, desvinculándose de los bienes materiales.

Se la describía como una persona generosa y desinteresada, que ofrecía sus pertenencias sin vacilar para ayudar a los demás. Con el tiempo, fue regalando casi todo lo que poseía, ya fuera para ayudar a alguien, en intercambio por favores o simplemente por comida. Llegó incluso a entregar su propia casa. De esta manera, La Telesita terminó vistiendo solo harapos, sobreviviendo gracias a la ayuda de la gente del pueblo, quienes la consideraban una persona muy buena y la veían con cariño.

Algunos vecinos decían que era muy inocente (una manera sutil de describir que tenía cierto retraso madurativo, agravado tras la muerte de sus padres). En medio de su soledad y desdicha, la joven encontró refugio en la música y la danza, disciplinas que le ofrecían un escape. Al bailar entraba en una especie de transe, perdiéndose en su mundo, un mundo que terminaba cuando finalizaba la música.

Durante los festejos del pueblo, especialmente en las celebraciones callejeras, La Telesita era una figura recurrente. Se decía que tenía un don especial para predecir con exactitud la hora y el lugar de los festejos, lo que hacía que siempre llegara temprano.

En aquellos festejos, bailaba sola, incansablemente, marcando el compás con sus pies descalzos que, aunque parecían flotar sobre la tierra, levantaban el polvo del suelo al ritmo de la chacarera. No solo era la primera en llegar, sino también, la última en marcharse. Cuando la música terminaba y despertaba del trance de danza en el que se sumergía, se alejaba sin despedirse, perdiéndose nuevamente en los montes, tarareando las melodías que había escuchado durante la fiesta.

Una noche fría de celebración, La Telesita no apareció. Al notar su ausencia, los vecinos comenzaron a preocuparse. Se organizaron y salieron a buscarla por los montes. Finalmente, dieron con ella, pero encontraron su cuerpo calcinado entre las cenizas. Algunos dicen que, al sentir frío, la joven se había acercado demasiado a unas brasas ardiendo para calentarse, y que, al quedarse dormida, una brasa saltó sobre su ropa, desatando el incendio que terminó con su vida. Otra versión sugiere que, comenzó a escuchar música a lo lejos y se perdió en uno de sus trances de baile, tropezó con las brasas y, sin darse cuenta, el fuego envolvió sus vestimentas hasta consumirla por completo.

Las circunstancias y las versiones varían según quien relata la historia, sin embargo, el desenlace es el mismo: La Telesita murió entre las llamas, y el pueblo lamentó profundamente su pérdida.

Se cuenta que una anciana llamada Doña Fernanda Escobar fue quien la sepultó. Con el tiempo, comenzó a hacerle promesas, pidiendo favores y milagros en su nombre. Cuando sus peticiones eran cumplidas, Doña Fernanda organizaba festejos en honor a la Telesita, iniciando así una tradición que mezclaba la devoción con la celebración popular.

La Telesiada



La Telesita no tardó en hacerse presente en las noches de fiestas, o al menos así lo aseguraban muchos. Diversas personas afirmaron haberla visto danzando entre la multitud, avivando la creencia de que, tras su muerte, se había convertido en un "alma en pena". Se decía que, incapaz de desprenderse de aquello que la hizo tan feliz en vida, la música y la danza, su espíritu vagaba en busca de compañía. Con el tiempo, su figura no solo fue percibida como un alma errante, sino también como un "alma milagrosa", capaz de obrar favores y realizar milagros.

Su leyenda comenzó a adquirir mayor fuerza cuando crecieron los rumores de que había concedido favores a quienes se lo pedían. Pronto, la gente empezó a invocarla para pedir por la recuperación de cosas perdidas o robadas, para hallar agua en épocas de sequía, para que brotara pasto para el ganado, y para satisfacer otras necesidades de similar carácter.

A raíz de estos supuestos milagros, nació una tradición particular llamada "Telesiada". Esta celebración se organizaba como un tributo en su honor, representando la manera en que la Telesita vivió sus días, bailando. La Telesiada no era solo un festejo, sino una rogativa, una ceremonia dirigida por un "promesante", quien pedía un favor a cambio de una fiesta.

Durante la Telesiada, se preparaba un pan con forma de ángel, que simbolizaba el espíritu de la Telesita. Este pan se colocaba en una mesa en el centro del patio, cubierto con un mantel blanco y rodeado de velas y flores. La celebración comenzaba con el promesante tomando siete copas de bebida alcohólica en honor a la Telesita, seguido de siete chacareras bailadas con una única pareja. Entre cada danza, debía beber nuevamente, para completar esta parte del ritual.

Una vez cumplidos estos pasos, se apagaban las velas, y una joven seleccionada deshacía el pan para repartirlo entre los presentes. Solo entonces comenzaba el jolgorio general. Los participantes se entregaban a la música, al banquete y al baile, disfrutando de asado, empanadas, y bebidas, mientras se lanzaban cohetes y el sonido de guitarras, bombos y violines inundaba el ambiente. Se bailaban gatos, escondidos, malambos, zambas y, por supuesto, chacareras.

En algunas versiones de la Telesiada, la figura de pan era sustituida por una de madera, papel o trapo, y al final del festejo, esta figura era quemada, simbolizando la muerte de la Telesita y su trascendencia al más allá. Así, esta ceremonia no solo celebraba la memoria de la Telesita, sino que también reforzaba su lugar en la cultura Santiagueña, como un símbolo de devoción, música y fe.

La Telesita en el arte



La leyenda de la Telesita ha inspirado numerosas manifestaciones culturales, especialmente en la música. A comienzos del siglo XX, Andrés Chazarreta recopiló una antigua chacarera bajo el nombre de "La Telesita", que luego fue interpretada en versiones instrumentales por figuras como Ariel Ramírez y Jaime Torres.

A esta melodía se le han añadido letras por varios autores, entre ellos encontramos la versión de Agustín Carabajal, popularizada por grupos folclóricos como Los Carabajal y Los Manseros Santiagueños. También destaca la versión de Abel Monico Saravia, interpretada por Jorge Cafrune en su álbum Lindo haberlo vivido para poderlo contar.

Otra chacarera inspirada en su leyenda es “Digo La Telesita” de Marcelo Mitre y que también emula su trágica historia.

En el teatro, la escritora Clementina Quenel creó la obra La Telesita en 1949, que recibió importantes distinciones, mientras que el poeta León Benarós escribió un poema inspirado en la leyenda, incluido en su libro Romancero criollo.

La leyenda de la Telesita, cargada de misterio y tragedia, se convirtió en un símbolo cultural de la identidad Santiagueña y de toda Argentina. A través de la música, la literatura y el teatro, su figura sigue danzando, recordándonos la fuerza de la tradición y el poder de lo popular para mantener vivas nuestras historias y tradiciones.



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